El Comité
Nacional sobre Dificultades en el Aprendizaje, de Estados Unidos, define las
dificultades como un grupo heterogéneo de desórdenes, manifestados por
dificultades significativas en la adquisición y uso de las capacidades de
comprensión oral, lectura, escritura y razonamiento matemático. Estos desórdenes,
intrínsecos al individuo, se deben probablemente a una disfunción del sistema nervioso
central y pueden ocurrir a lo largo de toda la vida. Pueden coexistir con los
problemas de comportamiento que requieren autocontrol, percepción e
interacciones sociales, y ocurrir concomitantemente con otras condiciones incapacitantes,
como deficiencias sensoriales, retraso mental, desequilibrios emocionales
serios; o con influencias extrínsecas, como diferencias culturales o
instrucción insuficiente o inapropiada. Sin embargo, esos desórdenes no son el
resultado de estas condiciones o influencias extrínsecas (Hammill, 1993). En
este gran grupo es donde suelen encontrarse los niños y las niñas con diagnósticos
de dislexia o de trastorno específico de aprendizaje.